lunes, 24 de marzo de 2014

El desafío de la memoria

DÍA NACIONAL DE LA MEMORIA POR LA VERDAD Y LA JUSTICIA
María Adelina Mercuri
A treinta y ocho años de golpe cívico militar y eclesiástico, cuyo prefacio fue la Tripe A, se nos impone el desafío de contrarrestar los efectos del olvido e imponer la memoria para que “Nuca Más”. La memoria colectiva es una construcción social que piensa su pasado, lo desempolva, lo restablece y forma el basamento del futuro de los pueblos.



La imposición de plan económico, impuesto por el entonces ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, abrió las puertas a las políticas neoliberales que tuvo su continuidad en los ’90, y que instauro la inequidad como primer mandamiento. Mientras, las tres Fuerzas Armadas imponían el terror a través de la desaparición sistemática de personas, la tortura y los vuelos de la muerte.  Herramienta que sirvió para reprimir la movilización popular y quebrantar al movimiento obrero.  En una palabra se instauro a través del Estado “el miedo y el terror” en la población civil.

En una nota publicada en Página 12 por Raúl Kolman, en base a un trabajo de realizado por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP) -que lidera Roberto Bacman-, se reveló que “casi 6 de cada 10 argentinos dicen hoy que el golpe de Estado de 1976 no era justificable, pero hay un 20 por ciento que dice que sí estaba justificado y otro 20 por ciento –con mayoría muy joven, es decir que no vivió la dictadura– que dice que no puede dar opinión”.

“El trabajó se efectuó en función de dos ciclos sociales: los nacidos antes de la dictadura y lo que nacieron después del regreso de la democracia. Y se partió desde la idea de que la memoria se construye desde la fuerte influencia del que está cerca –familia, amigos, escuela, trabajo y otros–, y que ese rol de estos grupos sociales es fundamental en la estructuración de la memoria colectiva. A esto se agregó que cada actor social decodifica la realidad según su propia ideología. Cada uno ve la realidad a través de su propio cristal”, explicó Bacman.

Nos detendremos los indicadores que muestran que “alrededor de un 20 por ciento de los entrevistados no ha podido manifestar una opinión o posición”. Y se ampararon en la respuesta  no sabe/no contesta. En algunos ítems, la franja media mencionada alcanza a jóvenes de bajo recursos. “Se  presenta la ausencia de interpretaciones claras de lo ocurrido y la falta de un proceso social de transmisión”, aportó el responsable de CEOP.

Pese a la conmemoración del 24, el trabajo educativo y la tarea inclaudicable de organismo de Derechos Humanos, la memoria pretende jugarnos una mala pasada. Por supuesto que del lado del “olvido” están los detractores que trabajan a través de sus operadores comunicacionales, colándose por los intersticios vacíos de contenido, pero ideológicamente pergeñados para borrar las huellas del pasado.

Bacman acertadamente reflexionó sobre esa franja que no sabe/no contesta: “Es un desafío, porque otros sectores pueden susurrarles al oído”.

Para finalizar nos detendremos en el filósofo José Pablo Feiman y una publicación suya: “La negatividad absoluta”. El filósofo plantea sobre la obra de Samuel Beckett y la puntualización de una frase de Final de Partida: “Después de todo, ahora ya no queda mucho que temer”. La resignación de uno de sus personajes sobre el horror que significó el genocidio nazi, expone que nada peor puede pasar.

Sin embargo y luego de un complejo análisis Feiman aborda la idea que: “Sí, nada es peor que Auschwitz. Pero la desgracia de la humanidad es que sigue pasando”. Y recala en una premisa: “Hay algo peor”, que la memoria de los pueblos debe evitar y luchar cotidiana e incansablemente. Algo que como dice Feiman nos hiela la sangre y hasta detiene los latidos vitales de nuestro corazón frente a esa posibilidad: que ocurra otra vez.



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