jueves, 24 de marzo de 2011

Un manto de memoria colectiva

Por Mariana Dufour

“En nuestro país el olvido corre más ligero que la Historia”, dijo alguna vez el escritor Adolfo Bioy Casares. Tengo la esperanza de que en Argentina no nos gane el olvido. El Día de la Memoria sumado al trabajo conciente de docentes, periodistas, ciudadanos no lo permitirá.
El 24 de marzo de 1976 se abrió una herida. Su dolor, vigente, latente, renovado en cada 24, no deja olvidar. Como dijera Juan Gelman, hoy la lucha no es contra los dictadores sino contra los organizadores del olvido: “El Día de los Muertos, el pueblo mexicano acude a los cementerios, se sienta alrededor de sus difuntos, toca la guitarra y les canta, les pide que sigan muriendo en paz y que dejen en paz a los vivos para que los recuerden sin terrores. Pero los familiares de los desaparecidos no tienen dónde hablarles y ellos son fantasmas inciertos que vuelven a doler en la memoria”. Y esa es la tragedia.

Una tragedia que no debe repetirse. El trabajo docente y el trabajo del periodista son esenciales en esta tarea. Y quienes gobiernan lo saben muy bien. Por eso el periodismo suele recibir presiones o, peor aun, tentaciones para manipular la información, o sea, a la población. Y descuidan la educación…mejor dicho, la cuidan muy bien de quienes pretenden generar en los niños y adolescentes un pensamiento critico que cuestione un manual, un informe, una idea, una orden…
Los lazos de una sociedad son siempre el punto elegido por quienes quieren dominar. Y el miedo es su mejor arma. Y la amenaza. La amenaza a perder la vida, un ser querido, un trabajo, un beneficio. Todo sea por acallar al otro porque la valentía, como la cobardía, se contagia. Los militares lo sabían muy bien. Y las sociedades democráticas no están exentas de padecer este atropello. No hay que estirar demasiado la vista ni la memoria para encontrar ejemplos. Lo vivimos todos los días. Pequeñas amenazas que rompen el tejido social, que generan inseguridad, desconfianza en el otro. Las precarias condiciones de contratación a las que se somete al trabajador, sea éste obrero o profesional, nativo o extranjero son una estrategia que alimentan la fragmentación, la competencia, la intolerancia. Terreno fértil para sembrar miedo y discordia. Terreno fértil para generar déspotas…hoy disfrazados de demócratas.

En este contexto, la duda esta mal vista. El cuestionamiento en voz alta esta mal visto. "Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas” confesó Julio Cortazar. Si todos hubieran pensado como él, las Madres nunca hubieran sido calificadas de locas y los exiliados nunca hubieran necesitado irse. Si la duda y el cuestionamiento formaran parte de nuestro modo de vida, la sociedad generaría defensas contra el miedo. Porque las certezas solo generan incertidumbre ante lo desconocido, ante lo que “viene a romper” lo ya dado y pautado.

La sociedad de las certezas niega la alteridad y odia lo distinto, al otro que no es como ella, al pobre, al negro, al indio, al extranjero, al homosexual. La sociedad de la certeza es ferviente promotora de la información universal y enemiga del “desorden” que genera la duda.
Espero se me perdone la insistencia en subrayar la importancia de los lazos sociales, vehículos de una memoria que se transmite de generación en generación. Ya lo dijo Gelman:“Qué manto de memoria colectiva se podría tejer con esos pedazos de memoria no dichos, fragmentados, dispersos que nuestros testigos y victimas guardan para sí como inmovilizados en su antiguo lugar! Un manto consolador y abrigado contra repeticiones posibles. Los crímenes del pasado perviven en lo que se calla de ellos en el presente”.

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