viernes, 15 de marzo de 2013

¿Cómo titular esta nota?



Por Mariana Dufour
Lo sucedido durante la sesión extraordinaria realizada el miércoles 13 en el Concejo Deliberante de Pinamar movió las piezas del tablero político de manera tal que el mañana se ha convertido en un enigma. El futuro es hoy, para políticos y, en especial, para los ciudadanos, un oscuro pasillo que nadie sabe a dónde conduce.

En los últimos meses, las piezas se han movido sin respetar código alguno. El primero, o el más notorio, fue el movimiento producido por el otrora opositor, Alfredo Baldini, quien, junto a su ex asesor de prensa Jorge Esperón, es hoy más muppepero que algún concejal oficialista.

Le siguió los pasos, la “Concejal del Pueblo”, Gladys Barce, que oficia de secretaria leal del intendente interino, Hernán Muriale. El presidente del HCD, Alberto Germain, promesa mediante, también cruzó de vereda y le ofreció a Muriale el invalorable doble voto que, junto a los de Pedro Elizalde y Daniel Lamas, permitió que se aprobaran tantas excepciones al COU que beneficiaron a simpatizantes y funcionarios del oficialismo como Juan Carlos Buchelli, y, por supuesto, habilitó el aumento “desmedido” de la tasa municipal.



Una nueva movida
Pero de ellos ya se ha hablado mucho. El nuevo concejal que ha decidido sacudir el tablero político es el aplaudido Daniel Lamas, el mismo que supo ofrecer a los medios encendidas declaraciones en defensa de Blas Altieri y de la ordenanza tributara, pero que, al momento de votar la derogación de esta normativa, decidió sumarse a la oposición. ¿Qué cambió en el medio?

Algo está pasando en Pinamar que ya nadie puede creer en nadie. Las ideas que se dicen defender hoy, se esfuman mañana. Los ciudadanos viven una crisis de representación sin precedentes.

Si a Baldini, Barce y Germain les cabe el calificativo de traidores, ¿a Lamas también? Si aceptamos su argumento, que la conciencia no le permitía votar por la negativa a la derogación de la ordenanza tributaria, ¿no debió hacer renunciado a la concejalía? Quienes seguimos la política de cerca, vemos cómo, desde hace un tiempo a esta parte, Lamas viene desafiando al líder de su partido desde la banca. A modo de ejemplo, recordemos que cuando se decidió la destitución de Altieri, el edil no se presentó a la sesión.

La “conciencia”, como él dice, le viene “pesando” desde hace rato. Tal vez, la renuncia a la concejalía hubiera calmado esa conciencia que, después de 20 años de gobierno altierista, no debiera sorprenderse.

Desde las redes sociales como el Facebook, algunos vecinos están declarando héroe a Lamas. Sin embargo, insisto: Lamas formó parte de la lista del MUPP y defendió a este gobierno cuando ya era seriamente cuestionado por presuntos actos de corrupción.

Pero aquí no se agota el tema. Es sabido que Lamas quiere ser intendente. Y este gobierno vapuleado, con un Muriale cuyo apoyo popular es cada vez más cuestionado, ofrece al edil el mejor de los escenarios para lograr su objetivo. Además, Lamas ya tendría un padrino político, el polémico empresario Víctor Pardo. Son muchos los que aseguran que hasta tiene conformado el gabinete.

Querer ser intendente, no es criticable ni enjuiciable. Traicionar al partido, si. ¿Por qué le valdría ese calificativo a Baldini, Barce y Germain y no a Lamas? Si el MUPP ya no lo representa, pudo haber presentado su renuncia, formar su propio partido con una ideología clara y un proyecto de gobierno para ser sometido a la voluntad de las urnas.

Otra opción que Lamas no eligió aún es abrir su propio bloque, tal como lo hizo Gabriel Vidauli cuando las diferencias con su par, Mercedes Taurizano, se hicieron insondables. Pero usar la estructura del MUPP parece, hasta ahora, más cómodo, o más útil. Además, cual plusvalía política, su “rebeldía” partidaria le mereció los aplausos de los vecinos y la popularidad necesaria para iniciar un camino político con protagonismo y aceptación. Con un solo gesto, Lamas mereció más aplausos y reconocimiento que los ediles que la vienen peleando sin cansancio, desde hace mucho tiempo. Por eso me pregunto si le cabria el calificativo de “calculado” a su voto insurrecto.

¿Por qué será, que mientras escribo esta nota, se me viene a la mente el recuerdo de Julio Cobos y su emotivo y actuado voto por la negativa al proyecto de la Presidente? Una actitud que le mereció una efímera popularidad que la realidad y su accionar posterior se ocuparon de evaporar. ¿Sucederá lo mismo con Lamas? ¿Estará especulando con un pronto llamado a elecciones para intendente?

Después de haber defendido a un gobierno tildado de corrupto, capaz de comprar voluntades y de castigar a quienes no opinan como su líder, se hace difícil ser ingenuo ante actitudes como estas. Y eso es lamentable.

Repudio a los agravios
Más allá de la cuestionable o aplaudidle decisión de Lamas, desde este espacio tengo la necesidad de repudiar las agresiones que el concejal esta sufriendo por parte de sus “compañeros” políticos del MUPP; injurias e insultos que inició el mismo intendente interino en el recinto del HCD. Desde la tarde del jueves, Lamas esta viviendo un tiempo de ofensas y atropellos que nadie tiene el derecho a ejercer, mucho menos, frente a su casa.

El ejemplo, que debiera provenir desde la cúpula gubernamental, está perdido. Y eso es terrible. Esta falta de respeto y este atropello tiene antecedentes: lo han sabido ejercer los referentes del sindicato de trabajadores municipales, aliados de este gobierno, en el Concejo Deliberante con la anuencia de sus líderes de turno, Altieri y Muriale.

En estas horas, Muriale esta vetando la derogación de la norma decidida el miércoles 13. Necesita, desesperadamente, recuperar la mayoría automática. Por eso, sus fieles (cómplices) hombres están presionando la renuncia de Lamas a su banca. Esto le devolvería al MUPP su orden interno y el Concejo obediente y obsecuente que supo obtener gracias a sus viejas estrategias.

A estas alturas, es innegable que en Pinamar la palabra esta devaluada, la coherencia ideológica, desprestigiada y la representación ciudadana, en crisis. Alguna vez, estas ideas tuvieron su peso. Pero en este tiempo, la práctica política pinamarense las ha borrado del diccionario.

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